El presente texto aparece en el libro Democracia en la Era Digital, que se presentó en la sede del Congreso del Estado de Veracruz este lunes.

Durante varios años parte de mis actividades profesionales han estado relacionadas con la docencia y la investigación. El mundo académico está directamente ligado con el de la ciencia y la tecnología y ambos justifican su existencia e importancia en la medida en que son capaces de traducir los conocimientos adquiridos, los hallazgos científicos y las innovaciones tecnológicas en instrumentos generadores de bienestar y progreso.

Los avances tecnológicos han provocado una verdadera revolución digital, penetrando en todos los aspectos de la vida económica, social y política de los habitantes de este planeta. Las sociedades más progresistas son las que desempeñan el papel dual de proveedores-consumidores de tecnología.

En enero de 2009 tuve el honor de ser nombrado consejero electoral del Instituto Electoral Veracruzano por un periodo de 9 años y desde el mismo inicio de esta nueva responsabilidad, he tenido la convicción de que la tecnología puede y debe desempeñar un papel relevante en pro de la democracia.

Desde esta perspectiva y bajo el influjo inevitable de mi formación académica, era natural el surgimiento de ciertos cuestionamientos: ¿el mundo de lo electoral puede mantenerse al margen de los cambios tecnológicos?, ¿las jóvenes generaciones con derecho a votar o las que vienen en ese camino, se sentirían más motivadas a sufragar si se les ofrece una alternativa acorde a su formación en la era digital, combatiéndose así el abstencionismo?, ¿los procesos electorales podrán ser más eficientes, transparentes y confiables con el uso de nuevos instrumentos tecnológicos?

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